Siempre van solos, los bichos

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ES/

La historia de las páginas de Siempre van solos, los bichos conforma una polifonía de voces donde árboles, rabilargos, objetos abandonados, gentes del pueblo o personas marginales como Vicente y la Damita que amaba a los insectos entonan una canción de ritmos y aromas. El poblado minero de El Centenillo (Jaén) se levanta y conversa con nosotros. A mediados de los años 60, el poblado minero de El Centenillo, en SierraMorena, cerró sus minas. Hasta entonces, centenares de hombres entraban cada mañana en las entrañas de la tierra para sacar pelotas de plomo y plata; algunos murieron allí abajo, atrapados como escarabajos. Durante años todo quedó suspendido, como en un pueblo fantasma. Con el tiempo, algunos de quienes habían vivido o soñado allí regresaron. Ya no eran mineros ni familias con niños, sino jubilados, nostálgicos, solitarios y supervivientes de algún naufragio, como Vicente, el hombre que habla a los animales y, tras años de soledad y abandono social, es ya como un insecto laborioso que vive en una cabaña y cultiva su huerto, igual que el escarabajo pelotero que mete su bola de sustento en la cueva. Por su soledad ruidosa merodean los rabilargos, el aroma de las jaras, los ruiseñores y las ruiseñoras, el tiempo, los objetos abandonados en las casas, los recuerdos de una existencia, las flores que corta con manos negras y embellecen su cabaña, y la damita que amaba a los insectos y salió de un antiguo relato oriental para convertirse en alguien tal vez real.

EN/

The story of the pages of Siempre van solos, los bichos is a polyphony of voices where trees, rabilargos, abandoned objects, people from the village or marginal people like Vicente and the Damita who loved insects sing a song of rhythms and aromas. The mining town of El Centenillo (Jaén) stands up and talks to us. In the mid-1960s, the mining town of El Centenillo, in Sierra Morena, closed its mines. Until then, hundreds of men entered the bowels of the earth every morning to extract balls of lead and silver; some died down there, trapped like beetles. For years everything was suspended, as in a ghost town. Eventually, some of those who had lived or dreamed there returned. They were no longer miners or families with children, but retired, nostalgic, lonely and survivors of some shipwreck, like Vicente, the man who talks to the animals and, after years of loneliness and social abandonment, is now like an industrious insect who lives in a hut and cultivates his vegetable garden, like the dung beetle that puts his ball of sustenance in the cave. Through his noisy solitude lurk the yellow warblers, the scent of the rockroses, the nightingales and nightingales, the weather, the objects abandoned in the houses, the memories of an existence, the flowers that he cuts with black hands and embellish his hut, and the little lady who loved insects and came out of an ancient oriental tale to become someone perhaps real.

Edición: Muga y Comisura, 2022 / ISBN: 9788409362097/  Diseño: Carol Caicedo / Impresión: Kadmos / Tipo de portada: Tapa blanda / Número de páginas: 184 / Dimensiones: 17,2 x 12,3 cm

Laura C. Vela. Fotógrafa y editora afincada en Madrid. Su obra se centra en lo cotidiano, lo infinitamente pequeño, y la relación de los seres con su entorno.

Suso Mourelo es un escritor y periodista español. Su afán temprano por conocer otras culturas, por descubrir rincones del planeta y personas que le mostraran otra visión del mundo, le llevó a compartir sus vivencias a través de la escritura.

https://www.lauracvela.com/

https://es.wikipedia.org/wiki/Suso_Mourelo